sábado, 19 de abril de 2008

Los tres cerditos



Los 3 cerditos y el lobo

Eran tres hermanos.

Tres lindos cerditos músicos, que decidieron hacerse sus casas junto al bosque.

El primer Cerdito sin pensarlo mucho, hizo su casita de paja.


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Pero el malvado Lobo, que vivía en el bosque, era muy envidioso

Llegó cauteloso junto a la casita. Hinchó los pulmones, y sopló con fuerza,

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Y toda la casita se desmoronó, mientras huía el Cerdito.

El segundo Cerdito no hizo su casa de pala. La construyó con hierba fresquita del campo.

Y al contemplarla tan bella, se puso a cantar y a tocar la mandolina.

Poco duró su alegría, Se acercó a la casa el Lobo y sopló como la vez anterior.

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Siguió adelante el malvado Lobo y descubrió otra casa. Era la que el tercero de los cerditos se acababa de construir.

¡Bah! Pensó el Lobo.- En cuanto sople sobre ella, volara. Y me comeré a los tres cerditos.

El lobo sopló y sopló, pero no pudo derribar la casa del tercer cerdito, pues esta era de cemento.


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El malvado lobo trató entonces de meterse por la chimenea, pero los cerditos se dieron cuenta y montaron una olla con bastante leña y fuego.

En efecto, el agua hirvió prontamente, y el malvado Lobo cayó en la caldera y murió abrasado, con lo cual pagó sus muchas fechorías.
Nuestros tres cerditos entonces bailaron, pues del feroz Lobo todos se salvaron.

FIN

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Los músicos de Bremen
Cuento de los Hermanos Grimm

Había una vez un granjero que tenía un viejo burro que de tanto trabajar estaba perdiendo su fuerza. Entonces dijo a su mujer: "Creo que deberé sacrificar al burro. Al menos me darán algo de dinero por su piel para comprar uno nuevo". Entonces el burro, oyendo ésto pensó: "Hombre desagradecido. Me rompo el lomo trabajando como un burro para él y cuando llega el tiempo del retiro así me lo paga. Voy a huir ahora mismo hacia Bremer, a empezar la carrera que siempre quise como músico". Y así diciendo dejó la granja para siempre.


Alemania Oriental 1971

Nº Yvert 1407

Al poco tiempo se encontró con un sabueso que aullaba al costado del camino. ¿Qué te ocurre perro?-preguntó el burro. "Ahh, es que ya estoy viejo y débil y no puedo ir más a la cacería con mi amo, que por ese motivo me golpea. He decidido partir, pero ahora no se cómo ganarme el pan". "Bueno-dijo el burro-Yo estoy yendo a Bremen para convertirme en músico. Podrías venir conmigo y tocar el tambor." Y el perro aceptó encantado.

Alemania Oriental 1971
Nº Yvert 1408

No habían andado mucho cuando se toparon con una gata con la expresión más triste del mundo. Entonces el burro le dijo: "¿Qué te ocurre gatita, por qué estás tan melancólica?.-"Es que me estoy poniendo vieja y mis dientes están gastados. Prefiero sentarme junto al fuego que correr tras los ratones, por lo que mi ama intentó ahogarme. Entonces huí, pero ahora no sé qué hacer". "Ven con nosotros a Bremen. Tú sabes de música nocturna". La gata accedió y fue con ellos.

Alemania Oriental 1971

Nº Yvert 1409

Los tres vagabundos pronto llegaron a una granja donde, desde el techo del granero, un gallo cacareaba con toda su fuerza. El burro le dijo: "¿Por qué cacareas tan fuerte?". "Es la forma en que predigo el buen tiempo".-Dijo el gallo-"Sin embargo, el domingo vienen invitados a comer y la dueña de casa le ha dicho a la cocinera que me haga sopa, sin compasión". Entonces el burro le dijo: "Por qué no vienes entonces con nosotros. Vamos a Bremen y tu tienes buena voz. Podríamos hacer música juntos". Y el gallo aceptó.

Alemania Oriental 1971
Nº Yvert 1410

Caminaron hasta que comenzó a anochecer, y decidieron parar a descansar en un bosquecillo. El asno y el perro se hecharon bajo un gran árbol. La gata se encaramó en las ramas más bajas y el gallo voló hasta la cima, donde se sentía más seguro. Antes de dormirse, sin embargo, miró hacia los cuatro puntos cardinales, y vió a lo lejos un destello. Entonces, avisó a sus compañeros que había una casa cerca. A lo que el burro propuso: "Caminemos entonces un poco más. Porque aquí las pasturas son malas." Y el perro continuó: "¡Sí, un par de huesos también serían aceptables!". Así se fueron encaminando hacia la luz que se hacía cada vez más y más grande, hasta que llegaron a una guarida de ladrones. El burro, que era el más grande, se acercó a la ventana y dijo a los demás: "Veo una mesa con toda clase de majares y bebidas suculentas, a la que están sentados los ladrones".

Alemania Federal 1982

Nº Yvert 952

Entonces los animales, se reunieron en consejo y urdieron un plan. El burro colocó sus patas delanteras sobre la ventana, el perro se subió a su lomo, el gato subió encima del perro, y finalmente, el gallo voló y se situó sobre la cabeza del gato. Cuando hubieron hecho esto, a la señal comenzaron su música: el asno rebuznó, el perro ladró, el gato maulló y el gallo cloqueó; y fue tan estruendoso el ruido que hicieron que los vidrios de la ventana templaron. Aterrorizados por estos ruidos espantosos, los ladrones se incorporaron y salieron corriendo por el bosque, seguros de que estaban siendo atacados por espíritus.

Alemania Oriental 1971

Nº Yvert 1411

Entonces los compañeros de viaje se sentaron a la mesa y comenzaron a comer y beber todo lo que habían dejado, como si hubiesen estado ayunando por seis semanas. Tan pronto como hubieron terminado, apagaron las luces y se hecharon a dormir. El asno sobre un montón de paja, el perro detrás de la puerta, el gato cerca de las cenizas del hogar y el gallo voló hasta una viga. A la medianoche, los ladrones vieron que ya no había luz en la cabaña y que todo parecía tranquilo.

Entonces el jefe llamó a uno de la banda y lo envió a reconocer el terreno. Este ladrón, al encontrar todo en paz, entró en la cocina para encender una luz, y confundiendo los ojos de la gata con dos carbones encendidos les acercó un fósforo. El gato se abalanzó sobre el malhechor rasguñándolo, lo que lo asustó terriblemente. Corrió hacia la puerta trasera pero el perro se incorporó y le mordió la pierna. Cojeando se aproximó al montón de paja que había en el rincón, pero el burro le dió una tremenda patada. Finalmente, el ruido despertó al gallo quien, batiendo sus alas, gritó: "Qui-qui-ri-quíiii".

Alemania Oriental 1971

Nº Yvert 1412

El ladrón corrió lo más rápido que pudo de regreso con su jefe y le dijo: "Vive en la casa una horrible bruja que me rasguñó la cara con sus largas uñas. La puerta trasera está custodiada por un hombre armado con cuchillos que clavó en mi pierna, y en el patio yace un monstruo negro que me golpeó terriblemente."
Después de esto los ladrones no se atrevieron a volver a la casa; y todo prosperó tan bien para los cuatro músicos de Bremen, que aún allí se encuentran al día de hoy



sábado, 12 de abril de 2008


Indice de: Cuentos Infantiles

La Sirenita

Había una vez... en el fondo del más azul de los océanos, un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, un viejo y sabio tritón que tenía una abundante barba blanca. Vivía en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas.

Sirenita, la más joven, además de ser la más bella, poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusa al oírla dejaban de flotar. La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a duras penas se filtraba a través de las aguas profundas. "¡Oh!, ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!" "Todavía eres demasiado joven". Respondió la madre. "Dentro de unos años, cuando tengas quince, el rey te dará permiso para salir a la superficie, como a tus hermanas".

Sirenita soñaba con el mundo de los hombres, el cual conocía a través de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardín ornado con flores marítimas. Los caballitos de mar le hacían compañía y los delfines se le acercaban para jugar con ella; únicamente las estrellas de mar, quisquillosas, no respondían a su llamada. Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consiguió dormir. A la mañana siguiente el padre la llamó y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su hombro una hermosísima flor. "¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres, Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!" Apenas su padre terminó de hablar, Sirenita le di un beso y se dirigió hacia la superficie, deslizándose ligera. Se sentía tan veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarla.

De repente emergió del agua. ¡Qué fascinante! Veía por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer . El sol, que ya se había puesto en el horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de Sirenita y dejaban oir sus alegres graznidos de bienvenida. "¡Qué hermoso es todo!" exclamó feliz, dando palmadas. Pero su asombro y admiración aumentaron todavía: una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del mar en calma. Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. "¡Cómo me gustaría hablar con ellos!". Pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante, que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojada: "¡Jamás seré como ellos!". A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: "¡Viva nuestro capitán! ¡Vivan sus veinte años!". La pequeña sirena, atónita y extasiada, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo.

Alto, moreno, de porte real, sonreía feliz. sirenita no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón. La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez más. Sirenita se dio cuenta enseguida del peligro que corrían aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendió a la nave desprevenida. "¡Cuidado! ¡El mar...!" En vano Sirenita gritó y gritó. Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron oídos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza la nave. Después, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundió. Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe lo tuvo en sus brazos. El joven estaba inconsciente, mientras Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo sostenía para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amainó. Al alba, que despuntaba sobre un mar todavía lívido, Sirenita se sintió feliz al acercarse a tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar, permaneció mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del joven y dándole calor con su cuerpo. Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el mar. "¡Corred! ¡Corred!" gritaba una dama de forma atolondrada. "¡Hay un hombre en la playa!" "¡Está vivo! ¡Pobrecito! ¡Ha sido la tormenta...! ¡ Llevémosle al castillo!" "¡No!¡No! Es mejor pedir ayuda..." La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante de la más joven de las tres damas. "¡Gracias por haberme salvado!" Le susurró a la bella desconocida. Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que había salvado se dirigía hacia el castillo, ignorante de que fuese ella y no la otra, quién lo había salvado. Pausadamente nadó hacia el mar abierto; sabía que, en aquella playa, detrás suyo, había dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. ¡Oh! ¡Qué maravillosas habían sido las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos! Cuando llegó a la mansión paterna, Sirenita empezó su relato, pero de pronto sintió un nudo en su garganta y, echándose a llorar, se refugió en su habitación.

Días y más días permaneció encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Sabía que su amor por el joven capitán era un amor sin esperanza, porque ella, Sirenita, nunca podría casarse con un hombre. Sólo la Hechicera de los Abismos podía socorrerla.

Pero, ¿a qué precio? A pesar de todo decidió consultarla. "¡...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrás dos piernas. ¡De acuerdo! Pero deberás sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un terrible dolor." "¡No me importa" respondió Sirenita con lágrimas en los ojos, "a condición de que pueda volver con él!" "¡No he terminado todavía!" dijo la vieja." Deberás darme tu hermosa voz y te quedarás muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola. "¡Acepto!" dijo por último Sirenita y, sin dudar un instante, le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa. Se dirigió a la playa y, en las proximidades de su mansión, emergió a la superficie; se arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera. Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvió en sí, vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonriéndole. El príncipe allí la encontró y, recordando que también él fue un náufrago, cubrió tiernamente con su capa aquel cuerpo que el mar había traído. "No temas" le dijo de repente,"estás a salvo. ¿De dónde vienes?" Pero Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no pudo responderle. "Te llevaré al castillo y te curaré."

Durante los días siguientes, para Sirenita empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le producía atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado. Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio. Desde entonces no la había visto más porque, después de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su país. Cuando estaba con Sirenita, el príncipe le profesaba a ésta un sincero afecto, pero no desaparecía la otra de su pensamiento. Y la pequeña sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufría aún más. Por las noches, Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa. Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de Sirenita. La desconocida que el príncipe llevaba en el corazón bajó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón. En aquel momento supo que perdería a su príncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en matrimonio por el príncipe enamorado, y la dama lo aceptó con agrado, puesto que ella también estaba enamorada. Al cabo de unos días de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todavía en el puerto. Sirenita también subió a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo. Al caer la noche, Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subió a cubierta.

Recordando la profecía de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuchó la llamada de sus hermanas: "¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas! ¡Mira! ¿Ves este puñal? Es un puñal mágico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. ¡Tómalo y, antes de que amanezca, mata al príncipe! Si lo haces, podrás volver a ser una sirenita como antes y olvidarás todas tus penas." Como en un sueño, Sirenita, sujetando el puñal, se dirigió hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma. Cuando el sol despuntaba en el horizonte, lanzó un rayo amarillento sobre el mar y, Sirenita, desde las aguas heladas, se volvió para ver la luz por última vez. Pero de improviso, como por encanto, una fuerza misteriosa la arrancó del agua y la transportó hacia lo más alto del cielo. Las nubes se teñían de rosa y el mar rugía con la primera brisa de la mañana, cuando la pequeña sirena oyó cuchichear en medio de un sonido de campanillas: "¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Ven con nosotras!" "¿Quienes sois?" murmuró la muchacha, dándose cuenta de que había recobrado la voz "¿Dónde estáis?" "Estas con nosotras en el cielo. Somos las hadas del viento. No tenemos alma como los hombres, pero es nuestro deber ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia ellos." Sirenita , conmovida, miró hacia abajo, hacia el mar en el que navegaba el barco del príncipe, y notó que los ojos se le llenaban de lágrimas, mientras las hadas le susurraban: "¡Fíjate! Las flores de la tierra esperan que nuestras lágrimas se transformen en rocío de la mañana. ¡Ven con nosotras!

Hans Christian Andersen

FIN





cuentos educativos


Caperucita Roja

Había una vez una niña llamada Caperucita Roja, ya que su abuelita le regaló una caperuza roja. Un día, la mamá de Caperucita la mandó a casa de su abuelita, estaba enferma, para que le llevara en una cesta pan, chocolate, azúcar y dulces. Su mamá le dijo: "no te apartes del camino de siempre, ya que en el bosque hay lobos".

Caperucita iba cantando por el camino que su mamá le había dicho y , de repente, se encontró con el lobo y le dijo: "Caperucita, Caperucita, ¿dónde vas?". "A casa de mi abuelita a llevarle pan, chocolate, azúcar y dulces". "¡Vamos a hacer una carrera! Te dejaré a ti el camino más corto y yo el más largo para darte ventaja." Caperucita aceptó pero ella no sabía que el lobo la había engañado. El lobo llegó antes y se comió a la abuelita.


Cuando ésta llegó, llamó a la puerta: "¿Quién es?", dijo el lobo vestido de abuelita. "Soy yo", dijo Caperucita. "Pasa, pasa nietecita". "Abuelita, qué ojos más grandes tienes", dijo la niña extrañada. "Son para verte mejor". "Abuelita, abuelita, qué orejas tan grandes tienes". "Son para oírte mejor". "Y qué nariz tan grande tienes". "Es para olerte mejor". "Y qué boca tan grande tienes". "¡Es para comerte mejor!".

Caperucita empezó a correr por toda la habitación y el lobo tras ella. Pasaban por allí unos cazadores y al escuchar los gritos se acercaron con sus escopetas. Al ver al lobo le dispararon y sacaron a la abuelita de la barriga del lobo. Así que Caperucita después de este susto no volvió a desobedecer a su mamá. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

FIN

MIS CUENTOS


Niños y niñas sean bienvenidos a este espacio aqui se presenta una variedad de cuentos que les permitirá ser más significante su enseñanza - aprendizaje y se podrá de una forma divertida poder llegar un buen estudio.conoceran la fantasia la ficción y todo el mundo mágico de los cuentos.